lunes, junio 22, 2009

La Iglesia y la promoción humana


Daniel Iglesias Grèzes

Los cristianos no debemos permanecer indiferentes ante las situaciones de miseria e injusticia social. Esto se aplica tanto en el nivel individual como en el nivel comunitario y eclesial. La pastoral social no es una actividad opcional que la Iglesia realiza sólo para suplir las deficiencias de los servicios sociales del Estado, sino que es la respuesta obligatoria de la comunidad cristiana a las situaciones de penuria padecidas por tantos hermanos nuestros. La Iglesia considera la promoción humana como “un deber de su ministerio pastoral”; la Iglesia misma, sus ministros y cada uno de sus miembros están llamados a aliviar la miseria de los que sufren cerca o lejos, no sólo con lo superfluo, sino con lo necesario (cf. Juan Pablo II, encíclica Sollicitudo Rei Socialis, nn. 31-32 y 40). Se evangeliza no sólo con la palabra, sino también con el testimonio de una caridad viva y operante, inspirada en el Evangelio. El amor al prójimo que Jesús enseñó y vivió es un amor práctico, que se manifiesta en obras adecuadas a cada situación (cf. Mateo 25,35-36).

La Sagrada Escritura nos presenta el ejemplo de las primeras comunidades cristianas, que se auxiliaban mutuamente también en el plano material (cf. Hechos 24,17; Romanos 15,26-28; 1 Corintios 16,1-4; 2 Corintios 8-9; Gálatas 2,10), siendo esta ayuda material un signo e instrumento de la unidad de la Iglesia. La caridad cristiana no se detiene ante ninguna frontera (cf. Lucas 10,29-37) y no consiste en dar únicamente lo que nos sobra (cf. Marcos 12,41-44). Debe producir frutos en forma permanente y no por temporadas (cf. Mateo 5,42; Marcos 11,12-14).

La acción social de la Iglesia abarca tanto obras asistenciales que procuran aliviar situaciones de emergencia como tareas que apuntan a una promoción humana más profunda.

Que Dios nos impulse a esforzarnos constantemente para dar un mejor testimonio de solidaridad cristiana con los más necesitados y los que sufren.

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