viernes, enero 15, 2010

«No es nuestra, es suya» (Joseph Ratzinger - Vittorio Messori)

Como confirmación de la diferencia «cualitativa» de la Iglesia con relación a cualquier organización humana, recuerda que «sólo la Iglesia, en este mundo, supera la limitación esencial del hombre: la frontera de la muerte. Vivos o muertos, los miembros de la Iglesia viven unidos en la misma vida que brota de la inserción de todos en el Cuerpo de Cristo».

Es la realidad, observo, que la teología católica ha llamado siempre communio sanctorum, la comunión de los «santos», entendiendo por «santos» a todos los bautizados.

«Así es —dice—. Pero no hay que olvidar que la expresión latina no significa sólo la unión de los miembros de la Iglesia, vivos o difuntos. Communio sanctorum significa también tener en común las «cosas santas», es decir, la gracia de los sacramentos que brotan de Cristo muerto y resucitado. Es este vínculo misterioso y realísimo, es esta unión en la Vida, lo que hace que la Iglesia no sea sólo nuestra Iglesia, de modo que podamos disponer de ella a nuestro antojo; es, por el contrario, su Iglesia. Todo lo que es sólo nuestra Iglesia no es Iglesia en sentido profundo; pertenece a su aspecto humano y es, por lo tanto, accesorio, efímero».

El olvido o el rechazo de este concepto católico de Iglesia, pregunto, ¿tiene también consecuencias en las relaciones con la jerarquía eclesial?

«Sin lugar a dudas. Y de las más graves. Aquí radica el origen de la caída del concepto auténtico de «obediencia»; ésta, según algunos, ni siquiera sería virtud cristiana, sino herencia de un pasado autoritario y dogmático que hay que superar a toda costa. Si la Iglesia es sólo nuestra, si la Iglesia somos únicamente nosotros, si sus estructuras no son las que quiso Cristo, entonces no puede ya concebirse la existencia de una jerarquía como servicio a los bautizados, establecida por el mismo Señor. Se rechaza el concepto de una autoridad querida por Dios, una autoridad que tiene su legitimación en Dios y no —como acontece en las estructuras políticas— en el acuerdo de la mayoría de los miembros de la organización. Pero la Iglesia de Cristo no es un partido, no es una asociación, no es un club: su estructura profunda y sustantiva no es democrática, sino sacramental y, por lo tanto, jerárquica; porque la jerarquía fundada sobre la sucesión apostólica es condición indispensable para alcanzar la fuerza y la realidad del sacramento. La autoridad, aquí, no se basa en los votos de la mayoría; se basa en la autoridad del mismo Cristo, que ha querido compartirla con hombres que fueran sus representantes, hasta su retorno definitivo. Sólo ateniéndose a esta visión será posible descubrir de nuevo la necesidad y la fecundidad de la obediencia a las legítimas jerarquías eclesiales».

(Joseph Ratzinger – Vittorio Messori, Informe sobre la fe, 1985; Cap. III - La raíz de la crisis: La idea de Iglesia).

Fuente:
http://www.conoze.com/doc.php?doc=7261

Nota:
El libro citado es una entrevista del periodista italiano Vittorio Messori al Cardenal Joseph Ratzinger, en ese entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, durante el pontificado de Juan Pablo II.

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